El agua ofrece un entorno seguro, divertido y de bajo impacto que fortalece cuerpo y mente.
Realizar actividad física de forma regular tiene múltiples beneficios: ayuda a controlar el peso, mejora la salud del corazón, fortalece músculos y huesos, y contribuye a un mejor descanso. Sin embargo, para muchas personas caminar, correr o levantar pesas no siempre es tarea fácil. El dolor articular, la debilidad, la movilidad reducida o el miedo a caídas pueden convertirse en barreras.
En esos casos, el ejercicio acuático se presenta como una gran alternativa. “Es una excelente manera de centrarse en el fitness en un entorno con menor efecto de la gravedad”, explica Kimberly Olsen, fisioterapeuta del Sistema de Salud de Mayo Clinic, en Minnesota.
El poder del agua: flotabilidad, soporte y resistencia
Una de las principales ventajas del ejercicio en el agua es la flotabilidad. Cuando una persona se sumerge hasta la cintura, su peso corporal se reduce aproximadamente en un 50%, lo que disminuye de manera notable el estrés sobre huesos y articulaciones, “lo que convierte esta forma de ejercicio en una actividad de bajo impacto”, revela Olsen. Ideal para quienes sienten dolor o están en proceso de rehabilitación.
Además, el agua ofrece soporte natural. El movimiento constante de la solas o corrientes obliga al cuerpo a trabajar en equilibrio, fortalecimiento músculos estabilizadores sin riesgo de caídas. Y, por si fuera poco, la viscosidad del agua genera resistencia en cada movimiento, lo que la convierte en un excelente medio para desarrollar fuerza y resistencia muscular.
Gracias a esta combinación, muchas personas pueden ejercitarse durante más tiempo, con menor fatiga articular y mayor eficacia cardiovascular.
Una opción para todos los niveles
El ejercicio acuático no se limita a nadar. De hecho, existen numerosas formas de moverse dentro del agua, sin importar la edad o el nivel físico. “El ejercicio acuático ofrece una gran variedad de opciones y técnicas prácticamente a todos los niveles de capacidad física. Estas van desde lo más básico como caminar dentro del agua, hasta actividades aeróbicas de mayor intensidad, como carrera en aguas profundas o natación”, comparte la especialista.
Por su parte, los ejercicios de pie, realizados en agua que llega al pecho, mejoran la flexibilidad, la fuerza y el equilibrio. Quienes buscan un desafío mayor pueden usar accesorios que aumentan la resistencia, como guantes con membranas, palas de natación, churros o bandas elásticas.
Asimismo, “tener conocimientos básicos de natación o de seguridad acuática siempre es recomendable”, menciona Olsen. Sin embargo, no es un requisito indispensable saber nadar. Basta con utilizar la parte poco profunda de la piscina, “ya que para muchos movimientos solo se necesita poder estar de pie en el agua”, explica.
El papel de la temperatura
La temperatura del agua también influye en los beneficios. De acuerdo con Olsen, las aguas más frescas (entre 27°C y 31°C) son ideales para entrenamientos intensos o para personas que se sobrecalientan con facilidad, como gestantes o personas con obesidad.
En cambio, temperaturas más cálidas (29°C a 33°C) resultan más cómodas para quienes padecen, por ejemplo, de artritis, fibromialgia o rigidez muscular, ya que el calor favorece la relajación y reduce el dolor.
Escuchar al cuerpo y respetar los límites
Como el agua facilita los movimientos y disminuye el impacto, muchas personas tienden a ejercitarse más tiempo del habitual. Pero eso puede generar fatiga sin notarlo de inmediato, “lo que aumenta el riesgo de sobrecargar el cuerpo”, comenta la especialista de Mayo Clinic. Por eso, es fundamental respetar los límites y aumentar la intensidad de manera progresiva.
Si después de una sesión se siente un cansancio mayor al esperado, conviene reducir la duración o alternar con días de descanso.
Socializar también es salud
Participar en clases grupales de ejercicio acuático puede aumentar la motivación y la constancia. Estas sesiones suelen estar dirigidas por instructores especializados, que adaptan los ejercicios a las necesidades de cada persona. Además, compartir la actividad en grupo promueve la socialización y el bienestar emocional, componentes clave de una vida saludable.
El ejercicio acuático es mucho más que una alternativa más llevadera que la que ofrecen los entrenamientos tradicionales. Es una forma divertida, segura y efectiva de mejorar la salud física y mental, apta para casi cualquier persona. Como señala Kimberly Olsen, “muchas personas disfrutan más del ejercicio en el agua que en tierra firme. Al no sentir dolor, no tener miedo de sufrir una caída y divertirse, se animan a practicar con más regularidad”.
Así, con tomar la decisión de ingresar a la piscina, se puede encontrar una manera agradable de fortalecer el cuerpo, cuidar las articulaciones y ganar bienestar.
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